¿SE DEBE DECIR LA VERDAD SIEMPRE SIN IMPORTAR LAS CONSECUENCIAS?

 La mentira o el no decir toda la verdad es ya algo muy común en nuestro día a día. Estamos más que acostumbrados a escuchar información que más tarde se desmiente, sin que aquel que nos dijo dicha mentira corrija su información, sino que incluso a veces se excusa con más mentiras. Esto tiene muchas y muy grandes consecuencias, porque estamos acostumbrándonos a aceptar la información tal y como nos llega, sin preocuparnos por buscar eternamente la verdad, y esto es algo que comúnmente pasa desde la invención de internet y desde que las nuevas tecnologías invadieron nuestras vidas.

Esto también ocurre a nivel personal. Nos han educado a ser políticamente correctos y ante la oportunidad de ser sinceros y enfrentarnos a un problema concreto, huimos los más lejos posible, alimentando la mentira cada vez más. 

No solo se suele mentir a nivel personal, sino principalmente en los entornos laborales o educativos, como sería en nuestro caso. Huimos del conflicto y vamos dejando pasar oportunidades de contar y decir la verdad, y continuamente nos arrepentimos de esto. De expresar juicios de valor que pueden destruir al otro, por esto mismo huimos y ocultamos la verdad, por ese miedo a defraudar o destruir al otro, a personas de nuestro entorno, personas que nos importan, pero el decir la verdad, también puede ayudar a construir una relación sana y duradera. ¿Cuántas veces nos hemos enfrentado con gente  de nuestro entorno cuyo rendimiento era mejorable y no les hemos dicho nada por miedo a hacerle sentir mal y quedar como una mala persona? ¿Por qué no nos enfrentamos a la verdad?

La mayor parte de las veces, los problemas crecen infinitamente porque no nos hemos atrevido a decir la verdad, a utilizar la sinceridad como forma de empatía con los nuestros. Mentir o manipular la verdad empeora, en casi todas las situaciones, las cosas.

Decir la verdad nos hace más humanos , más cercanos y nos permite relacionarnos más y mejor con aquellos a quienes queremos o con las que compartimos tiempo y espacio diariamente, como en mi caso serían compañeros de clase, profesores, etc. 


Eso sí, no confundamos sinceridad y otra el sincericidio. Hay veces que por ser demasiado sinceros tocamos emociones difíciles de gestionar. En estos casos es cuando hay que aplicar cierta sensibilidad al expresarnos, hay que cuidar las formas y pararnos a pensar antes de decir algo, hay que tener una preparación previa.


¿Cuántos de tus problemas pasados evitaste por decir y por escuchar la verdad? Hoy en día, prefiero rodearme de gente que me diga la verdad, aunque duela. Esto me hará ahorrar tanto tiempo como problemas. También me hará ganar mucho en mis relaciones con los demás y además de conmigo misma. 


Y tú, ¿ estás dispuesto/a a escuchar la verdad, aunque duela?



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